HISTORIAS PROVINCIALES
La historiografía argentina del siglo XX tenía como problema central el estudio de "la
nación", tomando como principal referencia a Buenos Aires. Allí se habían iniciado los
procesos de especialización, institucionalización y profesionalización de la disciplina, con
una cierta compatibilidad teórica y metodológica con las experiencias europeas y
norteamericanas. Se ponía foco en la formación de los Estados fundacionales y en la
elaboración de relatos y representaciones sobre los orígenes de la nación.
Las historias provinciales a fines del siglo XIX
La revisión del pasado de las provincias en el último cuarto del siglo XIX estaba impregnada
por la sensación de amenaza que despertaba la inmigración masiva, la movilidad social y
los efectos de la modernización, que afectaba principalmente a las sociedades
metropolitanas. Además, la derrota de la Revolución del autonomismo tejedorista, la política
de integración de las élites provinciales con las élites nacionales y la burocracia estatal, y la
reacción en contra del avance del Estado nacional sobre las provincias a través del sistema
escolar, despertaron tensiones. Los textos escolares distribuidos por el Estado nacional
ofendían la memoria de los antepasados provinciales, por lo que las élites tradicionales
buscaban legitimar o justificar las acciones de sus antepasados para negociar su
integración con las élites nacionales y, al mismo tiempo, distinguirse de otros grupos
sociales y de las nuevas élites provinciales.
La historia provincial en la primera mitad del siglo XX
Durante la primera mitad del siglo XX, intelectuales provinciales comenzaron a conformar
una serie de relatos destinados a recuperar hechos y personajes que consideraban
injustamente olvidados. Sin embargo, estas obras eran consideradas menores por las élites
porteñas. Esta situación llevó a repensar las relaciones entre Buenos Aires y las capitales
provinciales, así como las conexiones entre las élites sociales, culturales, políticas y
económicas de la capital nacional y las burocracias estatales. Las provincias también fueron
proveedoras de imágenes, representaciones y símbolos utilizados para construir un relato
identitario con alcance nacional.
A partir de la década de 1920, se buscó fortalecer el esfuerzo individual mediante la
organización de instituciones que reunían a notables locales comprometidos con la
recuperación del pasado. Se intentaba rescatar del olvido y la injusticia ese pasado, con el
fin de contribuir a la construcción de una identidad nacional y patriótica. Sin embargo,
quienes más contribuyeron a estas representaciones no eran historiadores profesionales, ni
gozaban de una autonomía frente a la sociedad, el Estado, los partidos políticos o las élites
tradicionales.
Reconocían la necesidad de demostrar lo que afirmaban con pruebas documentales, lo que
impulsó el proceso de catalogación, selección y publicación de documentos. Este esfuerzo
contribuyó a la institucionalización de la historia en las provincias, donde comenzó a haber
una notable participación de literatos, coleccionistas, eruditos, entre otros. La ausencia de
canales académicos de formación y la todavía difusa distinción entre lo público y lo privado
les permitía moverse con versatilidad entre distintos géneros literarios.
Muchos de estos historiadores eran descendientes o familiares de personajes del pasado
que esperaban ser rehabilitados del olvido. Esto resultó en una historia centrada en grandes
hombres y episodios provinciales, donde los sectores populares eran presentados como
una masa indiferenciada, con escasa autonomía respecto de las élites. Otra característica
fue la presencia de "historiadores fundadores", que cumplían la función de mediadores y
articuladores del discurso, dedicando tiempo y esfuerzo a impulsar diversas iniciativas en el
campo cultural.
El avance de la producción historiográfica desde los años 60
A partir de los años 60, coincidiendo con el inicio de la profesionalización de los
historiadores, se establecieron vínculos con los trabajos centrados en experiencias
metropolitanas, pero atendiendo a las especificidades de los procesos provinciales. Este
avance fue promovido por la creación de nuevas carreras universitarias, la multiplicación de
congresos y la aparición del CONICET, que favoreció el desarrollo de la investigación en
áreas no convencionales. Todo esto contribuyó a fijar los orígenes de relatos identitarios y
consolidar nuevas formas de abordar la historia provincial.
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